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SEMANA SANTA DE CÓRDOBA
Más allá del Bailío: los rincones perdidos de la Semana Santa de Córdoba

La Hermandad de la Esperanza bajando la Cuesta del Bailío

Rafael Ávalos

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Quizá el más añorado sea la Cuesta del Bailío. Pero no es el único escenario perdido, por así decirlo, en la Semana Santa de Córdoba. La acentuada escalinata es, sin duda, el lugar más icónico de cuantos ya no se encuentran en los recorridos de las diferentes hermandades de la ciudad. No en vano, desde la década de los setenta del pasado siglo era un punto clave en el trazado de la Esperanza. Aunque la corporación de San Andrés no fue, curiosamente, la primera que la incluyó en su itinerario.

Corría el año 1956 cuando la Expiración decidió realizar la pronunciada bajada hasta la calle Alfaros. Su intención, como recoge la propia cofradía de San Pablo en su web, era contribuir a otorgar “un mayor esplendor” a los días de Pasión en la capital. Esa estampa contrastaba con la histórica sobriedad de su procesión, que mantenía en lugares como San Zoilo. Aquella experiencia se repitió hasta 1961, cuando por última vez transcurrió su estación de penitencia por tan emblemático rincón.

Aunque, en efecto, la relación más profunda con la Cuesta del Bailío fue la que tuvo la Esperanza. Hasta que en 2018 desapareció de su recorrido debido al traslado, un año antes, de la Carrera Oficial a la Mezquita Catedral. De la tradicional ligazón quedó clara constancia junto a la calle Alfaros con un azulejo de María Santísima de la Esperanza. El caso es que ese escenario lo transitaron también el Buen Suceso, el Prendimiento y la Agonía. De hecho, entre 2004 y 2008 se sucedían tres hermandades en ese punto.

Luján, la cuesta olvidada

Es probable que muchos no tengan el recuerdo, pero en la Semana Santa de Córdoba había otra cuesta. Más allá de la de San Cayetano, claro. Ésta era la de Luján, que une las calles Ambrosio de Morales y San Fernando, la segunda justo en su tramo final. Por ese lugar comenzó a descender la hermandad del Huerto a principios de los ochenta, en 1983. La imagen perduró hasta mediados de la década siguiente, en 1995, cuando dejó de tenerse la escalinata como parte del trazado para cualquier cofradía.

Hasta que en 2011 la recuperó la Santa Faz. Lo cierto es que la bajada la realizó dicha corporación únicamente en esa ocasión. Mucho antes, a mediados de los setenta pasó por ese rincón el Santo Sepulcro, lo cual no dejaba de resultar, cuando menos, curioso. Sucedió tras la reorganización de la hermandad en 1973. “Como escenarios urbanos singulares de esa primera etapa quizá sorprende el paso por la Cuesta de Luján”, refleja Enrique León en una interesante obra sobre la historia de la cofradía.

Se realizaba aquel tramo en conveniencia con la ubicación de la Carrera Oficial, situada en el centro de Córdoba. La corporación suprimió ese escenario en 1984, pues de cara al año siguiente decidió realizar estación de penitencia en la Mezquita Catedral. “Este hecho marca un antes y después”, expresa León en el libro Del Carmen Calzado a La Compañía: La cofradía del Santo Sepulcro. Historia y exégesis (1573-2023). Junto a él le dieron forma José Carlos Jiménez y Francisco Mellado.

Del Císter a la calle Cabezas

Por otro lado, atractivo resultaba el paso de la hermandad del Vía Crucis por el Arco del Portillo y acto seguido por la calle Cabezas. El recogimiento de su itinerario se aún más intenso e impactante, sobre todo, en la segunda de las vías. La estrechez alcanzaba su plenitud justo al tránsito del Santo Cristo de la Salud ante la verja que de la arcada en la que, según la leyenda, Almanzor mandó exponer las testas de los siete infantes de Lara. Dicho sobrecogedor instante dejó de darse en 2016.

Recordada por quienes ya tienen una edad es la salida de la Sangre del monasterio de la Inmaculada Concepción. O del Císter, de ahí que a la cofradía todavía se la denomine de tal forma. Entonces, sólo realizaba estación de penitencia el palio de Nuestra Señora Reina de los Ángeles en sus Misterios Dolorosos. Ocurrió entre 1989 y 1995, cuando se produjo el traslado de la corporación a Capuchinos. Relativamente cerca se halla un enclave que permitía disfrutar no poco: es la ya mencionada calle San Zoilo.

Todavía aparece ese escenario en algunos recorridos, pero con menos presencia que antes de que la Carrera Oficial se desplazara a la Mezquita Catedral. Ese cambio, lógico y natural, se tradujo también en la exponencial reducción del tránsito de hermandades por dos estupendos rincones de la Judería: Conde y Luque y Deanes. Son sólo algunos de los otros ejemplos de lugares que se perdieron en la Semana Santa de Córdoba con el devenir de los años.

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